Mientras la oposición neoliberal intenta mostrarlo como “más de lo mismo”, ese joven, que se iniciara como referente peronista del barrio San Martín, hoy se encamina a formalizar el ascenso de la ideología de la justicia social al PJ riojano. Ni el sujeto histórico que encarna Ricardo Quintela, ni su perfil ideológico y de liderazgo, pueden compararse con la rémora liberal que influenciaron la política y el gobierno provincial en las últimas décadas. Por Alejandro Romero
La semana que comienza estará signada por el debate político de fondo. Así lo sugiere en la agenda la inminente proclamación de RQ como presidente del Partido Justicialista de La Rioja. Esto será en el marco del Congreso Partidario y de cara al del 17 de octubre, Día de la Lealtad Peronista.
Últimamente Quintela le ha restado importancia al asunto, quizás para no generar resquemores en el arco de aliados, tanto de dentro del PJ como del Frente en general. Lo cierto es que él entiende que el Partido no debe reducirse a un sello de goma, que es una herramienta a desarrollar que implica el desafío de ser atendido en serio. Pero más allá de esto, todo indica que el gobernador no podrá negarse a asumir ese lugar, al que finalmente será elegido por aclamación en el marco del Congreso partidario.
Durante más de treinta años el PJ riojano estuvo hegemonizado culturalmente por la corriente liberal que le impuso el menemismo, por lo que la toma de este cargo por parte de RQ, no es un hecho menor. Se trata de la coronación de un largo proceso de construcción que se consolidó en las bases y que logró imbricarse, como sujeto histórico, en la tradición de resistencia contra la opresión en nuestra provincia. Si por un lado RQ logró el odio de las representaciones neoliberales de la provincia, que con razón ven peligrar sus privilegios; por otro lado, con su coherencia en la iniciativa política, hoy consolida el cariño de lxs más humildes y el respeto del movimiento popular en la provincia.
Mientras Menem se abrazaba al consenso de Washington, RQ y la juventud de aquel entonces pensaba un mundo ubicado en las antípodas del deseo de las corporaciones financieras. Así lo ratificó en su discurso de asunción, al hacer alusión a las postura Tony Blair, Bill Clinton y Massimo D’Alema, como referencias geopolíticas de su generación. Hay que decir que no solo se trata de una conquista para la agrupación que lidera Quintela, también lo es para otras vertientes progresistas del peronismo que fueron desestimadas de la orgánica partidaria durante décadas.
En el camino de RQ hubo de todo, pero lo superlativo de su historia es una actitud, constante; una determinación que se sostuvo en el tiempo, aun al precio de ser difamado y despreciado, incluso por sectores dentro del progresismo. Esta actitud, que nunca declamó, fue la de la opción por los pobres y de la doctrina de la justicia social. Esta característica le sirvió para encender a lo largo de su trayectoria una mística popular que irradió toda la provincia, la cual más recientemente le sirvió al Frente de Todos para garantizar la victoria ante Juntos por el Cambio y sus socios solapados dentro de las mismas filas del PJ.
Todo esto puede llevarnos a la reflexión y al debate sobre la función de los partidos en la actual democracia, o servir de disparador sobre los estilos de liderazgos que más se ajustan a los intereses populares en medio de una crisis global de valores y de representaciones. Y además develarnos algunas aristas respecto a la tarea de construir poder popular, que sin dudas es una condición imprescindible para defender y realizar transformaciones profundas en la sociedad.
El quintelismo existe desde antes que su referente ocupe el sillón de gobernador. Armando Molina se refiere a esta gesta como “la larga marcha”, y consta que muchas cosas se lograron sin el Partido. Sin embargo, ocupar hoy la presidencia del mismo podría ser la culminación de una etapa de resistencia y disputa y el comienzo de una de creación, la cual deberá encararse junto a otros actores del propio peronismo, dado el peligro de que este vuelva a ser una herramienta de la burocracia estatal y el liberalismo. Tomar este lugar será una tarea extra, pero puede ser un punto de apoyo y de inflexión para revertir esa inercia ideológica y lograr trasladar más energía transformadora, de las bases y si se quiere de “la clase”, al proyecto de provincia del Frente en su conjunto.